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Organización y trabajo

Al iniciar este artículo, recordaba el cuento de la tortuga y la liebre, el trabajo que hacen las hormigas y también en las celdas que construyen las abejas. Tampoco me parece extraño, ya que en el hogar de mis padres, como también pasaba a la mayoría de quienes desconocíamos la televisión de pequeños, escuchábamos fábulas en las que nuestros progenitores añadían el modelo práctico que hacía falta seguir en el caso y en la situación concreta en que, de niños, nos encontraban para aprender el valor del trabajo. Era lo que ahora llaman "la moralina", que se aceptaba con agradecimiento y confianza. De todo esto surgía, entre otros valores, el de la laboriosidad. De hecho uno no podía parar, y la expresión aburrimiento estaba excluida de la mayoría de familias.

Quizás influía que la comunicación verbal se hacía más evidente, por no haber empezado todavía la invasión de la televisión. Se dice que el tiempo es oro y realmente es un tesoro. Por esto, debemos educar a nuestros hijos para que no lo malogren y para que lo aprovechen al máximo, con orden y previa reflexión sobre aquello que tienen que hacer. Para dar testimonio, nosotros los padres debemos prever todas las tareas y planificarlas en la agenda; así tenemos la cabeza más centrada en lo que estamos haciendo y olvidamos los temas pendientes.

Ya nos ocuparemos en su momento. Los cambios de esta sociedad, más tecnificada, exigen enseñar a la familia a reflexionar para organizarse. Dice el psiquiatra Aquilino Polaino: "Se trata de afrontar los problemas surgidos en muchos niños y jóvenes por haber reducido la razón humana a cálculo, a la vez que la imagen ha sustituido a la lectura y la reflexión". Es de ahí que, con paciencia y tenacidad, enseñaremos a los niños y jóvenes a pensar, a ser aplicados en el momento de hacer los deberes de la escuela o los encargos del hogar, a ser constantes y a actuar con diligencia para acabar lo que se ha empezado. Vienen bien las palabras del poeta Antonio Machado: "Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hecho de hacerlas". No es laborioso aquel hijo que empieza muchas actividades y continuamente está en movimiento, sino el que prevé lo que tiene que hacer y lo lleva a cabo con constancia. Hemos empezado hablando de animalitos, y por esto os recomiendo, si os parece, leer con los hijos pequeños la fábula de la tortuga y la liebre, estudiar la vida de las abejas y, por ejemplo, ver juntos la película Bichos de Pixar Disney.  


Desde luego, también se puede recurrir a otros muchos cuentos que tengamos a mano, que les hagan entender la importancia de no ser perezosos. Se trata de irles inculcando los valores de la reflexión y del orden y fomentar la perseverancia, el trabajo bien acabado y la previsión.
 
Pensemos un poco para aplicarlo a la vida personal y analizar como vivimos estos aspectos, para saber si los transmitimos con la fuerza conveniente a nuestros hijos e hijas. Todas estas consideraciones son para irlas haciendo escalonadamente, según la edad de los hijos.
 
Cuando llegan al uso de la razón, va muy bien hacer unas cuantas preguntas para educar la reflexión: ¿Por qué has decidido dejar los deberes y ver la televisión? ¿Por que te gusta este libro? ¿Por qué quieres ver esta película? ¿Te has informado del argumento, de los actores? ¿Hagamos un horario para anotar aquello que tenemos que hacer? ¿Que piensas hacer, con este dinero que te han regalado los abuelos? ¿Puedes acabar este trabajo con más diligencia? ¿Tendrás tiempo para visitar un familiar enfermo, participar en una tarea de voluntarios...? Procuraremos establecer unas pautas para lograr los valores de la laboriosidad, la reflexión y el orden, seria una pena que por no haber hecho una interiorización de estos valores, no encontraran satisfacción en el trabajo bien hecho.  


Victoria Cardona Romeu
Escritora y educadora familiar

 
 









Nosotros los padres debemos prever todas las tareas.  

 
 
 
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